Daniel González
"Durante décadas, se ha promovido la idea de “vivir primero”, “disfrutar todo” y dejar lo familiar para “más adelante”. Pero ahora estamos viendo las consecuencias: sociedades cada vez más solas, más desconectadas, más vacías y con menos jóvenes por la baja natalidad."
"Durante décadas, se ha promovido la idea de “vivir primero”, “disfrutar todo” y dejar lo familiar para “más adelante”. Pero ahora estamos viendo las consecuencias: sociedades cada vez más solas, más desconectadas, más vacías y con menos jóvenes por la baja natalidad."
Recientemente, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, propuso otorgar un bono de $5,000 dólares a cada madre estadounidense que dé a luz.
¿La razón? Incentivar la natalidad, en un país donde cada vez menos personas quieren tener hijos.
Y es que la baja natalidad no es solo una preocupación cultural o familiar; también es un problema social, económico y generacional. Cuando hay menos nacimientos, hay menos trabajadores en el futuro, menos contribuyentes, menos cuidadores, menos familias.
Esto significa que los sistemas de salud y pensiones comienzan a colapsar, porque hay más personas mayores que dependen del Estado y menos jóvenes que lo sostienen.
Las economías se estancan, la innovación se desacelera, y las sociedades envejecen… y se aíslan.
Pero más allá de los números, una sociedad que deja de tener hijos es una sociedad que está perdiendo la fe en el futuro, que ya no cree que valga la pena invertir en la vida, en la familia, en el mañana.
Por eso, aunque la propuesta de Trump es discutible en forma, tiene un fondo que no se puede ignorar: el mundo necesita ver la familia como algo esencial, no opcional.
La pregunta real es: ¿5,000 dólares pueden cambiar la mentalidad de toda una generación?
Según diversos estudios, criar a un hijo hasta los 18 años en Estados Unidos cuesta más de 300 mil dólares. Entonces, el bono suena bien… pero se queda corto. No solo en cantidad, sino en enfoque.
Sin embargo, el mayor problema de la crisis de natalidad no es económico. Es cultural.
Vivimos en una época donde cada vez más jóvenes han sido convencidos de que casarse y tener hijos es una carga. El feminismo radical le ha dicho a las mujeres que su libertad está en evitar la maternidad. El movimiento “red pill” le dice a los hombres que el matrimonio es una trampa. Y, lamentablemente, muchos han comprado esa mentira.
Durante décadas, se ha promovido la idea de “vivir primero”, “disfrutar todo” y dejar lo familiar para “más adelante”. Pero ahora estamos viendo las consecuencias: sociedades cada vez más solas, más desconectadas, más vacías y con menos jóvenes por la baja natalidad.
No se trata de ignorar la parte económica. Por supuesto que criar hijos cuesta. Pero la verdadera urgencia no es financiera, es de visión.
Necesitamos reconstruir el valor de la familia, la belleza de la paternidad, el privilegio de criar a un hijo. No solo con cheques, sino con cultura. Con mensajes, ejemplos y modelos que inspiren compromiso, amor y responsabilidad.
Y si me lo permiten, quiero compartir algo personal.
En octubre llegará un nuevo miembro a nuestra familia. Mi esposa y yo estamos emocionados. Tenemos dos hijas, y si te soy sincero, nuestra situación financiera ha sido diferente en cada embarazo. No sé cómo estará en unos meses.
Lo único que sé es que el deseo de traer vida al mundo y darle lo mejor que podamos no nace del saldo en una cuenta, sino del corazón.
Claro que haremos ajustes, como todos. Pero eso es parte del privilegio de ser padres. Y no vivo en Estados Unidos, así que esos $5,000 no nos van a tocar a nosotros.
Pero una familia no se construye con dinero; se construye con amor, entrega y propósito.
Y si como sociedad queremos un futuro más fuerte, más humano y más lleno de esperanza, entonces necesitamos dejar de ver los hijos como una carga… y volver a verlos como lo que son: una bendición.