Daniel González
“Disfruta cada etapa. Porque un día vas a desear poder vivir esos momentos una vez más.”
“Disfruta cada etapa. Porque un día vas a desear poder vivir esos momentos una vez más.”
Nunca voy a olvidar cuando mi hermano mayor me abrió los ojos a una verdad que cambió mi forma de ver la vida.
Lucía, mi hija mayor, tenía apenas unos meses de nacida y ya estaba en la etapa donde empezaba a gatear por todos lados. Recuerdo que me acerqué a René y le dije que ya quería verla dar sus primeros pasos. Estaba ansioso, emocionado, deseando que llegara ese momento. Pero su respuesta fue un recordatorio profundo que aún llevo conmigo:
“Disfruta cada etapa. Porque un día vas a desear poder vivir esos momentos una vez más.”
Me detuve. Pensé en sus palabras y, gracias a Dios, las entendí a tiempo. La expectativa por lo que viene puede cegarnos frente al valor de lo que ya tenemos. En ese momento, aprendí a no correr detrás del “después” y a quedarme más tiempo en el “ahora”.
Vivimos en una cultura obsesionada con el futuro. Se nos educa para pensar en lo que sigue: la siguiente meta, el siguiente logro, la siguiente fase. Desde jóvenes se nos impulsa a tener un plan, una dirección, una ambición.
Y como padres, estamos esperando que caminen, que hablen, que dejen el pañal, que entren al kínder, que pasen de grado, que sean más independientes.
Siempre hay algo que “sigue”, algo por lo que nos ilusionamos o preocupamos.
Aunque eso tiene valor, esa fijación en el futuro muchas veces se convierte en una espera interminable: “cuando termine esto, seré feliz”; “cuando logre aquello, por fin descansaré.”
Y sin darnos cuenta, dejamos pasar lo más valioso: lo que está ocurriendo aquí y ahora, especialmente con las personas que tenemos cerca.
Un estudio hecho en Harvard, dirigido por el Dr. Robert Waldinger, que siguió a personas durante más de 80 años, obtuvo hallazgos claros: las relaciones sólidas y significativas son el factor más importante para una vida larga y feliz.
Pero, ¿cómo vamos a desarrollar relaciones sólidas y significativas si no estamos presentes?
Como papá, esta verdad tomó aún más fuerza cuando entendí que los hijos aprenden mucho más por lo que ven en nosotros que por lo que les decimos. Yo quiero que mis hijas crezcan y sean felices, y sé que al estar presente para ellas, les estoy enseñando, con mi ejemplo, que las relaciones importan. Mi deseo es que, cuando crezcan, también sepan valorar y cuidar a las personas que las rodean.
Cada etapa con los hijos es especial. Claro que trae desafíos, pero también está llena de belleza: risas espontáneas, preguntas curiosas, abrazos antes de dormir. Incluso llegará el día en que extrañemos el llanto, las desveladas y los juguetes tirados por toda la casa. Y nada de eso vuelve.
Hoy, años después de aquella conversación con René, veo a Lucía correr, tener conversaciones profundas, leer libros y depender cada vez menos de mi ayuda. Y aunque cada etapa trae nuevas alegrías, también extraño aquellas primeras veces que, sin darme cuenta, estaban llenas de magia.
Lo que me enseñó mi hermano fue más que un consejo de paternidad. Fue una filosofía de vida.
El presente no es algo que simplemente ocurre. Es algo que se elige. Estar presente requiere intención, requiere atención. Pero vale la pena. Porque lo que no vivimos hoy, lo vamos a extrañar mañana.
Así que si estás en medio del caos, la rutina o la espera… detente un segundo. Mira a tu alrededor. Respira. Abraza a quien amas. Disfruta ese momento que parece normal.
Porque, sin darte cuenta, puede ser uno de los recuerdos más hermosos de tu vida.
Fuentes:
https://news.harvard.edu/gazette/story/2017/04/over-nearly-80-years-harvard-study-has-been-showing-how-to-live-a-healthy-and-happy-life/